18 septiembre 2025
ActualidadCastillos de Toledo

El Castillo de Montalbán, el gigante templario que se resiste al olvido en el corazón de Castilla-La Mancha

La octava visita del proyecto turístico «12 meses, 12 castillos, 12 experiencias» de la Diputación de Toledo, lo han protagonizado el Castillo de San Martín de Montalbán y Santa María de Melque en una visita de las que se pueden considerar como inolvidables. Visitamos esta joya de la arquitectura defensiva de la península, el pasado sábado 6 de septiembre, junto al guía oficial del castillo, Óscar Luengo Soria, quien nos conduciría por el interior del castillo dándonos una magistral clase de historia. En el interior de la fortaleza daría comienzo una parte de la teatralización del recorrido por parte de la compañía Atenea, que de nuevo, volvió a sorprendernos con una de sus grandes representaciones.

Después de la visita al castillo, nos dirigimos a Santa María de Melque para participar en una visita teatralizada por los rincones de este magnífico complejo visigodo, dirigida, de nuevo, por la compañía Atenea, disfrutando de una cata de vinos con tapa, a cargo de Juan Carlos Rueda del restaurante Las Ruedas, concluyendo nuestra visita con la actuación del grupo de coros y danzas “Semillas del Arte” de La Puebla de Montalbán, que nos hizo un fantástico recorrido por el folclore de diferentes regiones de la península.

Ahora, hablemos del Castillo de Montalbán

Conocido popularmente como el castillo más grande de la provincia de Toledo, el Castillo de Montalbán es una imponente estructura cuyas murallas encierran siglos de historia, poder y transformaciones. Sin embargo, su origen se aleja de la imagen tradicional de un castillo feudal para revelarnos una realidad más compleja: la de una villa fortificada musulmana, un punto estratégico clave en la defensa de Al-Ándalus. Su dilatada historia lo ha visto pasar por manos de califas, reyes, nobles y órdenes militares, convirtiéndolo en un testigo silencioso de ambiciones, asedios y leyendas que perduran hasta nuestros días.

Origen y Evolución: De Alcazaba a Villa Fortificada

Contrariamente a la percepción popular, la concepción original del Castillo de Montalbán no fue la de un castillo, sino la de una villa amurallada conocida como Montaluán. Su construcción inicial se remonta al siglo X, alrededor del año 932, cuando el califa Abderramán III ordenó levantar una alcazaba musulmana en este estratégico emplazamiento. Aquella primera estructura era considerablemente más modesta que la actual, con muros más bajos y una extensión menor.

La elección de su ubicación no fue casual, sino que respondió a dos razones fundamentales de carácter estratégico. En primer lugar, ofrecía una defensa natural casi inexpugnable gracias al arroyo Torcón, cuyo cauce discurre a una profundidad de entre 80 y 100 metros con un desnivel vertical que hacía imposible cualquier asalto por ese flanco. En segundo lugar, la fortaleza formaba parte de la «marca media», una de las fronteras defensivas establecidas por los musulmanes en la Península Ibérica, cuya función era vigilar el curso del río Tajo, con la ciudad de Toledo como capital.

A pesar de la grandiosidad de su perímetro amurallado, una de sus características más sorprendentes es la ausencia de grandes estructuras en su interior. Esencialmente, la fortaleza es un vasto recinto vacío, definido por sus murallas, lo que subraya su carácter eminentemente defensivo. Resulta notable su buen estado de conservación, considerando que ha carecido de mantenimiento durante más de 450 años.

Una Sucesión de Propietarios Ilustres

A lo largo de su existencia, la fortaleza ha pertenecido a una extensa lista de propietarios, desmintiendo la creencia de que solo fue dominio de musulmanes y templarios. Nobles y miembros de la realeza castellana ostentaron su señorío durante siglos.

Tras la conquista de Toledo en 1085 por Alfonso VI, pasó a manos cristianas. En 1209 fue cedido a Alfonso Téllez de Meneses, quien a principios del siglo XIII ordenó la construcción de la «muralla alta» que configuró definitivamente la villa. Posteriormente, pasó a la Orden de Monfragüe y, en 1221, a la célebre Orden del Temple, que la mantuvo hasta su disolución en 1308. Desde entonces, la propiedad revirtió a la Corona, pasando por monarcas como Fernando IV y Alfonso XI.

Uno de los periodos más singulares fue el señorío de María Coronel, hija de Alfonso Fernández Coronel, quien poseyó la fortaleza durante cuarenta años (1369-1409), un hecho notable para una mujer en aquella época. Más tarde, pasaría a formar parte de las posesiones de la Corona de Aragón en Castilla a través de Fernando I de Aragón y sus herederos.

El poderoso valido de Juan II, Álvaro de Luna, también fue su señor entre 1437 y 1453. Tras su ejecución, y después de un breve periodo en manos de su familia, el rey Enrique IV confiscó la propiedad en 1462 para cederla a Juan Pacheco, Marqués de Villena, figura central en uno de los episodios más dramáticos de la historia del castillo. Finalmente, el linaje de los Téllez Girón, Duques de Osuna, ostenta la propiedad desde el siglo XVI hasta la actualidad. El conjunto fue declarado monumento histórico-artístico el 4 de junio de 1931.

La Poderosa Encomienda Templaria y la Tragedia de Ronda

La presencia templaria en la zona se inició en el cercano Convento de Santa María de Melque. Sin embargo, al adquirir la villa en 1221, la Orden del Temple la convirtió en el centro de una poderosa encomienda, un territorio autónomo administrado por ellos en todos los ámbitos. Esta encomienda, fusionada con la de Villalba, llegó a ser la tercera más próspera del Reino de Castilla.

La villa más importante bajo su dominio no era Montalbán, sino Ronda, situada junto al Tajo. En el otoño de 1276, esta próspera localidad sufrió una devastadora plaga de insectos. Tras fracasar todos los intentos por erradicarla, los templarios tomaron una decisión drástica: evacuar a toda la población y reducir la villa a cenizas para acabar con la infestación.

Los habitantes de Ronda y otras aldeas cercanas fueron reubicados en un nuevo asentamiento. Esta medida fue posible porque, tras la victoria cristiana en las Navas de Tolosa (1212), la frontera con los musulmanes se había desplazado hacia el sur, y la función defensiva principal del Castillo de Montalbán había dejado de ser prioritaria.

Juan Pacheco y el Asedio de Montalbán

En abril de 1461 se desató un conflicto motivado por la ambición de Juan Pacheco. Descrito como un hombre soberbio y codicioso, anhelaba hacerse con el vasto patrimonio de la familia Luna. Su plan consistía en casar a su hijo mayor con la joven heredera Juana de Luna y Zúñiga.

Sin embargo, se topó con la férrea oposición de la abuela de la niña, Juana de Pimentel, viuda de Álvaro de Luna. Pimentel, conocida por su astucia, se alió en secreto con la familia Mendoza y se refugió junto a su nieta y su séquito en el Castillo de Montalbán.

Frustrado, Pacheco convenció al rey Enrique IV para que pusiera sitio a la fortaleza con el grueso de las tropas reales. En un acto de audacia sin precedentes, Juana de Pimentel no solo negó la entrada al monarca, sino que ordenó abrir fuego contra el campamento real, un desafío castigado con la pena de muerte. Como represalia, el rey ordenó envenenar con arsénico el pozo que abastecía a los sitiados. El agua contaminada causó enfermedades y muertes, dejando a los defensores sin capacidad de resistencia.

Pimentel tuvo que rendirse. Gracias a la intercesión de nobles influyentes, el rey conmutó su pena capital por la confiscación de todo su patrimonio, incluido Montalbán. Años después, Pacheco vería cumplido su deseo, aunque fue su tercer hijo, Alonso Téllez Girón, quien contrajo matrimonio con la heredera, dando origen al linaje que hoy posee el ducado de Osuna.

El Pozo y la Leyenda de la Cerda

En el siglo XIV se construyó en la fortaleza un pozo para abrevar el ganado. Un siglo más tarde se levantó una «coracha» o muralla para proteger y privatizar su acceso. Este pozo es el protagonista de una curiosa leyenda local. Se cuenta que a finales del siglo XIX, cuando el lugar se usaba como cochiquera, una cerda preñada cayó a su interior. El porquero, al descender para rescatarla, descubrió que el animal había desaparecido. Días después, se supo que una cerda idéntica había aparecido y parido en la lejana ermita de Melque, a más de 5 kilómetros de distancia. Este suceso dio origen a la creencia popular de que un túnel secreto conecta el castillo con la ermita, una leyenda que desafía la lógica geológica del terreno granítico pero que añade un velo de misterio a la ya de por sí rica historia de la fortaleza.

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